Un excelente escrito, que se debe difundir mucho para que empecemos a plantar coronillos!!
En 1953, Fernando Bourquín publicaba un artículo bajo el título “Algunos datos sobre protección de la fauna argentina”, en el tomo tres de los Anales del Museo Nahuel Huapi, que posteriormente constituiría la base de los Anales de Parques Nacionales. El hilo conductor es el destino que estaba corriendo a mitad del siglo XX la mariposa “Bandera nacional”, un espectacular insecto que depende de plantas nativas para sobrevivir. Su texto es cautivante, tanto por la información valiosa que nos ha legado, como por su discurso ameno, distendido (no le preocupa llevar su relato por las ramas), con descripciones visuales muy logradas y hasta con cierto humor.
Un detalle para remarcar, es la pasión e iniciativa de Bourquín, socio de Natura, la entidad conservacionista pionera en la Argentina. Idéntica voluntad se vive ahora en los sede educativa de Aves Argentinas, inmueble que heredó al desarmarse Natura. Las reuniones de voluntarios sobre plantas nativas, los alumnos de los cursos de aves silvestres en libertad y la Escuela Argentina de Naturalistas mantienen vivo ese espíritu conservacionista.
El área que menciona con abundancia de aves acuáticas, es el actual Aeroparque metropolitano. No si imaginaría el autor que el río le daría décadas despúes otra oportunidad a la ciudad de tener una reserva urbana, que hoy conocemos como Costanera Sur.
Por Fernando Bourquin
La urbanización de Buenos Aires y el desarrollo asombroso de la edificación en las riberas del Río de la Plata, desde la Capital Federal al Tigre, provocaron la destrucción del coronilla Scutia buxifolia Reiss, árbol autóctono, de hojas persistentes, muy frondoso desde su base hasta su vértice, que se presta para adornar parques y jardines. Se pueden admirar ejemplares de unos 15 metros de altura en el Jardín Botánico de la ciudad, donde los plantó el ingeniero Thays en 1910.
Su desaparición provocó la del Morpho catenarius argentinus, cuyas orugas se alimentan del mismo. Este hermoso lepidóptero, de 12 cm de envergadura, de vuelo lento y majestuoso, es comúnmente llamado "bandera nacional" por el color celeste de sus alas.
Representa una rareza zoológica, pues es el único Morpho (mariposa esencialmente tropical) que llegó a aclimatarse hasta la altura de Buenos Aires, paralelo 32, y soportar bajas temperaturas (-2º C hasta -7º C en junio de 1945).
También representa una rareza ornamental, ya que tiene la particularidad de ser atraído por el color celeste, a tal punto que, como hipnotizado, no teme la presencia del hombre. Lo he visto durante un verano, en m¡ quinta La Tacuarita, Delta del Paraná, posarse en una mesa con mantel azul, abriendo y cerrando sus alas, como para hacerse admirar, mientras a su alrededor conversaban animadamente varias señoras.
Puede pues, perfectamente servir de adorno para parques y jardines, costumbre del resto muy antigua, usada ya por los Faraones. En la actualidad, horticultores europeos ofrecen en sus catálogos, determinadas plantas para atraer mariposas diurnas de llamativos colores y reconocidas no dañinas.
Nuestro Morpho dio mucho que hablar, hasta llegar a establecer su diferenciación con el Morpho catenarius Perry (su ascendiente) oriundo del Brasil y del Norte Argentino, cuyas orugas se alimentan de Acacia longifolia Willd., Inga affinis D.C., Inga uruguayensis Hook y Arm y de preferencia de coronillo Scutia buxifolia Reiss.
En 1927 la Sociedad Entomológica Argentina nombró una comisión para dilucidar este punto de sistemática y publicó sus conclusiones en su revista del año 1928, tomo II, página 63. En resumen se aceptó el parecer publicado en Seitz, Macrolep. V: 340, tab. 68 c.
El Morpho aclimatado en Buenos Aires es una variedad geográfica estudiada por Frühstorfer en 1907 y denominada Morpho catenarius argentinus. Punto importante, su oruga se alimenta exclusivamente de las hojas del coronillo. No llegué en hacerle comer las hojas del Inga uruguayensis, árbol que llevé exprofeso a la quinta desde Entre Ríos.
En 1931 cacé mi primer Morpho catenarius Perry, en las Cataratas del Iguazú, donde excursionaba guiado por un indio guaraní. Sorprendióme este indígena, por sus conocimientos botánicos y zoológicos, con sus observaciones agudas sobre el uso de tal o cual planta y hábitos de los animales. Contrastaba con el gaucho, para quien todo ser viviente es un "bicho" y todo vegetal un "yuyo".
Para mi guía, en guaraní, los animales, las plantas, los objetos, se expresaban muy a menudo en forma descriptiva o de onomatopeya, corno por ejemplo:
Mariposa: Panambí, todo-oreja
Plátano (banano): Pacová, todo-hoja
Harto de comida: Riguatá, barriga-dura
Viento: Ibitú, hálito-de-la-tierra
Paraná: Paraná, pariente-del-mar
Ferrocarril: Carretatimbó, la-carreta-que-hace-humo
Ametralladora: Piripipí, (onomatopeya)
Ahora bien, volvamos a nuestro Morpho: ¿Cómo llegó del Norte Argentino al estuario del Plata? Vino junto a los camalotes, arrastrados por las aguas de los ríos Paraná y Uruguay.
Hugo Wast en su libro "Tierra de Jaguares" nos hace revivir lo que era la naturaleza del Delta en los años 1810 y cómo las crecientes llevaban camalotes tan grandes y espesos, que transportaban hasta árboles enteros, conservando entre sus raíces, porción de barranca derrumbada por la socavación de la corriente. Sobre estas islas flotantes, se refugiaba la alimaña de las regiones inundadas: ciervos de los pantanos, jaguares, de la corpulencia del tigre de la India, víboras, no a centenares sino a millares, yararás, de cascabel y muchas otras especies. Venían también animales más pequeños, insectos, plantas y semillas.
Al desembocar en el Río de la Plata (que tiene en este lugar 36 km de ancho), el primer obstáculo encontrado era la Isla Martín García, donde algunos camalotes quedaban varados, desparramándose en la isla, en verdadera invasión, todos estos animales, insectos y plantas. Otros camalotes seguían la corriente hacia las playas de San Isidro, Buenos Aires y La Plata, acumulándose de preferencia en los actuales Bosques de Palermo, Parque 3 de Febrero y Punta Lara.
En este último paraje prosperó una vegetación típicamente subtropical con todos sus huéspedes zoológicos. Multiplicándose de un modo tal (por no tener sus enemigos naturales) que asombraron nuestros botánicos y entomólogos. Entre otros los doctores Carlos Spegazzini, Carlos Bruch, Max Biraben, quienes con sus hallazgos enriquecieron el Museo de Ciencias Naturales de La Plata.
De las plantas alimenticias del Morpho catenarius Perry del norte argentino, solamente el coronillo pudo aclimatarse en este ambiente mucho más frío y la mariposa, por condiciones de vida distinta se transformó en la variedad geográfica mencionada.
Como miembro de las Sociedades Entomológica y Natura y deseoso de perpetuar este hermoso lepidóptero en las riberas del Plata, fui a Punta Lara para buscar un arbolito de coronillo y plantarlo en m¡ quinta La Tacuarita en el río Sarmiento. Al cabo de tres años, cuál no fue in¡ sorpresa al ver volar alrededor del coronillo, un ejemplar de nuestra "bandera nacional". Un isleño que habita esta zona desde unos 40 años no recordó haber visto jamás tan precioso e inconfundible insecto. ¿Cómo había podido encontrar este coronillo, único a unos 20 km a la redonda, para desovar en sus hojas, proporcionando así, a su cría, el alimento adecuado?
En enero y febrero nacen las mariposas, que, para desovar se colocan de cabeza hacia abajo, con las alas cerradas acentuándose así los dibujos oscuros de las mismas, tornándose la hembra menos visible. Los huevos son colocados en forma de manchones el uno tocando el otro, tardando 60 segundos entre la puesta de cada huevo. Conté 66 en una misma hoja. Su forma es semi-esférica y tiene 2 mm de diámetro por 1 mm de alto, su color es blanco verdoso pálido. En una oportunidad muchos de ellos fueron parasitados por un Eupelmido del género Anastateis afine a la especie Anastatus citheronia Blanchard.
Después de una vida embrional de 12 días a una temperatura media de 28º C, nacen las larvas, que emigran a la faz ventral de la hoja. Tejen una plataforma sedosa, en la cual se colocan, todas con la cabeza en el borde exterior y el cuerpo hacia el interior formando rueda. Las cabezas negras representan la llanta y los cuerpos los rayos. Ya después de la primera muda de piel la cabeza y el cuerpo toman un color rojo sangre, se cubren de un vello del mismo color y de largos mechones de pelos blancos y sedosos. La evolución completa de la oruga dura siete meses y medio, es decir desde la mitad de febrero hasta fines de septiembre, a una temperatura media de 21º C. Mudaron siete veces de piel y soportaron durante el mes de agosto de 1945, la extraordinaria temperatura de 2 hasta 7º C bajo cero, según las informaciones metereológicas de la Capital. El frío de la noche fue tal, que a 30 metros del habitáculo de las orugas, reventó un tanque de agua por congelación.
Llegada a su desarrollo maximum, la larva tiene de 55 mm hasta 62 mm de largo por 7,80 mm a 8,50 mm de grosor. Su color es rojo punzó, con manchas blancas y puntos color oro brillante muy llamativos en la línea centro-dorsal. La cabeza también roja está cubierta de pelos cortos del mismo color, así como todo el cuerpo donde aparecen penachos de largos pelos blancos y sedosos. La oruga no es urticante, en absoluto, por lo contrario su contacto es suave. En la faz ventral delante del primer par de patas toráxicas, observé una válvula que se yergue y se contrae. Órgano que el Dr. Miguel E. Jörg estudió histológicamente, sin poder aun precisar su función desconocida hasta la fecha.
Las orugas viven en colonias todas agrupadas, como un enjambre de abejas. Su color rojo resalta sobre el verde oscuro del follaje. Quedan así quietas durante el día, al atardecer y de noche se desparraman en el árbol para alimentarse. Regresan a la madrugada a su habitáculo, formado por varias ramitas y hojas unidas por un resistente tejido sedoso, al cual se adhieren. Para sus migraciones nocturnas tejen un sendero a lo largo de las ramas, que utilizan de un año al otro.
Llegada la primavera las orugas abandonan el coronillo y se transforman en crisálida en los árboles y arbustos de los alrededores.
La crisálida imita la forma de una bellota con su tallito, es del color verde de las hojas. Después de una vida ninfal de dos a tres meses, según la temperatura, nacen las mariposas cuyo color celeste es más azulado en veranos calurosos.
En 1910 era todavía frecuente cazar nuestro Morpho en los Bosques de Palermo, en las riberas de San Isidro y barrancas de Martínez. Pero con la destrucción de los coronillos, desapareció también la mariposa.
En 1947 en aras de la urbanización y con la construcción del Aeropuerto, se destruyó también en las puertas de Buenos Aires un santuario de aves silvestres de unas 35 hectáreas, donde anidaban millares de individuos pertenecientes a un centenar de especies y de las cuales algunas nada frecuentes en la Capital Federal y solo observadas en el interior del país. La proximidad de la ciudad y el hecho de ser protegidas por guardianes a caballo que impedían las depredaciones de los muchachos honderos, se tornaron estas aves sem¡-domésticas. Se las podía observar a corta distancia, cosa imposible en el ambiente libre, donde, por temor a los cazadores se alejan a la vista del menor intruso.
Para las generaciones venideras, cito a continuación unas pocas, del centenar de especies catalogadas por los ornitólogos, Dr. H. S. Gaino y Dr. A. R. Zotta, pues dentro de un lustro no se querrá concebir que tuvimos esta fauna silvestre, este Jardín zoológico natural y gratuito a contados minutos de la Plaza de Mayo.
Son garza mora, garza blanca, macá grande o huala, macá común, macá pico grueso, garcita azulada, garcita blanca, pato argentino o capuchino, pato sapo o cabeza negra, pato picazo, caracolero, gallineta común, polla de agua o polla negra, gallareta ligas rojas, gallareta chica, gallareta escudete rojo, gallito de agua o jacana, becasina común, gaviota capucho café, lechuzón de campo, cachila de agua o remolinera común, chicli o pijuí plomizo, junquero, monjita blanca, pico de plata, siete colores de laguna, zorzal blanco y zorzal colorado.
En 1952 nuestra "bandera nacional" el Morpho catenarius argentinus sobrevive aun precariamente por contados años en Punta Lara y la Isla Martín García. Desgraciadamente en esta última, obras de utilidad pública exigen la destrucción de sus bosques y en Punta Lara, se multiplican los recreos con una población siempre creciente muy poco propicia al cuidado de nuestra fauna autóctona.
La conservación de este tesoro nacional, no está al alcance de un individuo o de una entidad privada, aunque tenga el benévolo apoyo moral de la Dirección de Parques y Paseos de Buenos Aires. Se necesitaría una orden superior, para plantar de semilla millares de Scutia buxifolia y repartirlas en las orillas del Río de la Plata desde Buenos Aires al Tigre y en la primera Sección del Delta del Paraná. Creo que generaciones futuras agradecerían este gesto y que Buenos Aires merece un adorno tan original y gratuito, único en el mundo.
Un detalle para remarcar, es la pasión e iniciativa de Bourquín, socio de Natura, la entidad conservacionista pionera en la Argentina. Idéntica voluntad se vive ahora en los sede educativa de Aves Argentinas, inmueble que heredó al desarmarse Natura. Las reuniones de voluntarios sobre plantas nativas, los alumnos de los cursos de aves silvestres en libertad y la Escuela Argentina de Naturalistas mantienen vivo ese espíritu conservacionista.
El área que menciona con abundancia de aves acuáticas, es el actual Aeroparque metropolitano. No si imaginaría el autor que el río le daría décadas despúes otra oportunidad a la ciudad de tener una reserva urbana, que hoy conocemos como Costanera Sur.
Por Fernando Bourquin
La urbanización de Buenos Aires y el desarrollo asombroso de la edificación en las riberas del Río de la Plata, desde la Capital Federal al Tigre, provocaron la destrucción del coronilla Scutia buxifolia Reiss, árbol autóctono, de hojas persistentes, muy frondoso desde su base hasta su vértice, que se presta para adornar parques y jardines. Se pueden admirar ejemplares de unos 15 metros de altura en el Jardín Botánico de la ciudad, donde los plantó el ingeniero Thays en 1910.
Su desaparición provocó la del Morpho catenarius argentinus, cuyas orugas se alimentan del mismo. Este hermoso lepidóptero, de 12 cm de envergadura, de vuelo lento y majestuoso, es comúnmente llamado "bandera nacional" por el color celeste de sus alas.
Representa una rareza zoológica, pues es el único Morpho (mariposa esencialmente tropical) que llegó a aclimatarse hasta la altura de Buenos Aires, paralelo 32, y soportar bajas temperaturas (-2º C hasta -7º C en junio de 1945).
También representa una rareza ornamental, ya que tiene la particularidad de ser atraído por el color celeste, a tal punto que, como hipnotizado, no teme la presencia del hombre. Lo he visto durante un verano, en m¡ quinta La Tacuarita, Delta del Paraná, posarse en una mesa con mantel azul, abriendo y cerrando sus alas, como para hacerse admirar, mientras a su alrededor conversaban animadamente varias señoras.
Puede pues, perfectamente servir de adorno para parques y jardines, costumbre del resto muy antigua, usada ya por los Faraones. En la actualidad, horticultores europeos ofrecen en sus catálogos, determinadas plantas para atraer mariposas diurnas de llamativos colores y reconocidas no dañinas.
Nuestro Morpho dio mucho que hablar, hasta llegar a establecer su diferenciación con el Morpho catenarius Perry (su ascendiente) oriundo del Brasil y del Norte Argentino, cuyas orugas se alimentan de Acacia longifolia Willd., Inga affinis D.C., Inga uruguayensis Hook y Arm y de preferencia de coronillo Scutia buxifolia Reiss.
En 1927 la Sociedad Entomológica Argentina nombró una comisión para dilucidar este punto de sistemática y publicó sus conclusiones en su revista del año 1928, tomo II, página 63. En resumen se aceptó el parecer publicado en Seitz, Macrolep. V: 340, tab. 68 c.
El Morpho aclimatado en Buenos Aires es una variedad geográfica estudiada por Frühstorfer en 1907 y denominada Morpho catenarius argentinus. Punto importante, su oruga se alimenta exclusivamente de las hojas del coronillo. No llegué en hacerle comer las hojas del Inga uruguayensis, árbol que llevé exprofeso a la quinta desde Entre Ríos.
En 1931 cacé mi primer Morpho catenarius Perry, en las Cataratas del Iguazú, donde excursionaba guiado por un indio guaraní. Sorprendióme este indígena, por sus conocimientos botánicos y zoológicos, con sus observaciones agudas sobre el uso de tal o cual planta y hábitos de los animales. Contrastaba con el gaucho, para quien todo ser viviente es un "bicho" y todo vegetal un "yuyo".
Para mi guía, en guaraní, los animales, las plantas, los objetos, se expresaban muy a menudo en forma descriptiva o de onomatopeya, corno por ejemplo:
Mariposa: Panambí, todo-oreja
Plátano (banano): Pacová, todo-hoja
Harto de comida: Riguatá, barriga-dura
Viento: Ibitú, hálito-de-la-tierra
Paraná: Paraná, pariente-del-mar
Ferrocarril: Carretatimbó, la-carreta-que-hace-humo
Ametralladora: Piripipí, (onomatopeya)
Ahora bien, volvamos a nuestro Morpho: ¿Cómo llegó del Norte Argentino al estuario del Plata? Vino junto a los camalotes, arrastrados por las aguas de los ríos Paraná y Uruguay.
Hugo Wast en su libro "Tierra de Jaguares" nos hace revivir lo que era la naturaleza del Delta en los años 1810 y cómo las crecientes llevaban camalotes tan grandes y espesos, que transportaban hasta árboles enteros, conservando entre sus raíces, porción de barranca derrumbada por la socavación de la corriente. Sobre estas islas flotantes, se refugiaba la alimaña de las regiones inundadas: ciervos de los pantanos, jaguares, de la corpulencia del tigre de la India, víboras, no a centenares sino a millares, yararás, de cascabel y muchas otras especies. Venían también animales más pequeños, insectos, plantas y semillas.
Al desembocar en el Río de la Plata (que tiene en este lugar 36 km de ancho), el primer obstáculo encontrado era la Isla Martín García, donde algunos camalotes quedaban varados, desparramándose en la isla, en verdadera invasión, todos estos animales, insectos y plantas. Otros camalotes seguían la corriente hacia las playas de San Isidro, Buenos Aires y La Plata, acumulándose de preferencia en los actuales Bosques de Palermo, Parque 3 de Febrero y Punta Lara.
En este último paraje prosperó una vegetación típicamente subtropical con todos sus huéspedes zoológicos. Multiplicándose de un modo tal (por no tener sus enemigos naturales) que asombraron nuestros botánicos y entomólogos. Entre otros los doctores Carlos Spegazzini, Carlos Bruch, Max Biraben, quienes con sus hallazgos enriquecieron el Museo de Ciencias Naturales de La Plata.
De las plantas alimenticias del Morpho catenarius Perry del norte argentino, solamente el coronillo pudo aclimatarse en este ambiente mucho más frío y la mariposa, por condiciones de vida distinta se transformó en la variedad geográfica mencionada.
Como miembro de las Sociedades Entomológica y Natura y deseoso de perpetuar este hermoso lepidóptero en las riberas del Plata, fui a Punta Lara para buscar un arbolito de coronillo y plantarlo en m¡ quinta La Tacuarita en el río Sarmiento. Al cabo de tres años, cuál no fue in¡ sorpresa al ver volar alrededor del coronillo, un ejemplar de nuestra "bandera nacional". Un isleño que habita esta zona desde unos 40 años no recordó haber visto jamás tan precioso e inconfundible insecto. ¿Cómo había podido encontrar este coronillo, único a unos 20 km a la redonda, para desovar en sus hojas, proporcionando así, a su cría, el alimento adecuado?
En enero y febrero nacen las mariposas, que, para desovar se colocan de cabeza hacia abajo, con las alas cerradas acentuándose así los dibujos oscuros de las mismas, tornándose la hembra menos visible. Los huevos son colocados en forma de manchones el uno tocando el otro, tardando 60 segundos entre la puesta de cada huevo. Conté 66 en una misma hoja. Su forma es semi-esférica y tiene 2 mm de diámetro por 1 mm de alto, su color es blanco verdoso pálido. En una oportunidad muchos de ellos fueron parasitados por un Eupelmido del género Anastateis afine a la especie Anastatus citheronia Blanchard.
Después de una vida embrional de 12 días a una temperatura media de 28º C, nacen las larvas, que emigran a la faz ventral de la hoja. Tejen una plataforma sedosa, en la cual se colocan, todas con la cabeza en el borde exterior y el cuerpo hacia el interior formando rueda. Las cabezas negras representan la llanta y los cuerpos los rayos. Ya después de la primera muda de piel la cabeza y el cuerpo toman un color rojo sangre, se cubren de un vello del mismo color y de largos mechones de pelos blancos y sedosos. La evolución completa de la oruga dura siete meses y medio, es decir desde la mitad de febrero hasta fines de septiembre, a una temperatura media de 21º C. Mudaron siete veces de piel y soportaron durante el mes de agosto de 1945, la extraordinaria temperatura de 2 hasta 7º C bajo cero, según las informaciones metereológicas de la Capital. El frío de la noche fue tal, que a 30 metros del habitáculo de las orugas, reventó un tanque de agua por congelación.
Llegada a su desarrollo maximum, la larva tiene de 55 mm hasta 62 mm de largo por 7,80 mm a 8,50 mm de grosor. Su color es rojo punzó, con manchas blancas y puntos color oro brillante muy llamativos en la línea centro-dorsal. La cabeza también roja está cubierta de pelos cortos del mismo color, así como todo el cuerpo donde aparecen penachos de largos pelos blancos y sedosos. La oruga no es urticante, en absoluto, por lo contrario su contacto es suave. En la faz ventral delante del primer par de patas toráxicas, observé una válvula que se yergue y se contrae. Órgano que el Dr. Miguel E. Jörg estudió histológicamente, sin poder aun precisar su función desconocida hasta la fecha.
Las orugas viven en colonias todas agrupadas, como un enjambre de abejas. Su color rojo resalta sobre el verde oscuro del follaje. Quedan así quietas durante el día, al atardecer y de noche se desparraman en el árbol para alimentarse. Regresan a la madrugada a su habitáculo, formado por varias ramitas y hojas unidas por un resistente tejido sedoso, al cual se adhieren. Para sus migraciones nocturnas tejen un sendero a lo largo de las ramas, que utilizan de un año al otro.
Llegada la primavera las orugas abandonan el coronillo y se transforman en crisálida en los árboles y arbustos de los alrededores.
La crisálida imita la forma de una bellota con su tallito, es del color verde de las hojas. Después de una vida ninfal de dos a tres meses, según la temperatura, nacen las mariposas cuyo color celeste es más azulado en veranos calurosos.
En 1910 era todavía frecuente cazar nuestro Morpho en los Bosques de Palermo, en las riberas de San Isidro y barrancas de Martínez. Pero con la destrucción de los coronillos, desapareció también la mariposa.
En 1947 en aras de la urbanización y con la construcción del Aeropuerto, se destruyó también en las puertas de Buenos Aires un santuario de aves silvestres de unas 35 hectáreas, donde anidaban millares de individuos pertenecientes a un centenar de especies y de las cuales algunas nada frecuentes en la Capital Federal y solo observadas en el interior del país. La proximidad de la ciudad y el hecho de ser protegidas por guardianes a caballo que impedían las depredaciones de los muchachos honderos, se tornaron estas aves sem¡-domésticas. Se las podía observar a corta distancia, cosa imposible en el ambiente libre, donde, por temor a los cazadores se alejan a la vista del menor intruso.
Para las generaciones venideras, cito a continuación unas pocas, del centenar de especies catalogadas por los ornitólogos, Dr. H. S. Gaino y Dr. A. R. Zotta, pues dentro de un lustro no se querrá concebir que tuvimos esta fauna silvestre, este Jardín zoológico natural y gratuito a contados minutos de la Plaza de Mayo.
Son garza mora, garza blanca, macá grande o huala, macá común, macá pico grueso, garcita azulada, garcita blanca, pato argentino o capuchino, pato sapo o cabeza negra, pato picazo, caracolero, gallineta común, polla de agua o polla negra, gallareta ligas rojas, gallareta chica, gallareta escudete rojo, gallito de agua o jacana, becasina común, gaviota capucho café, lechuzón de campo, cachila de agua o remolinera común, chicli o pijuí plomizo, junquero, monjita blanca, pico de plata, siete colores de laguna, zorzal blanco y zorzal colorado.
En 1952 nuestra "bandera nacional" el Morpho catenarius argentinus sobrevive aun precariamente por contados años en Punta Lara y la Isla Martín García. Desgraciadamente en esta última, obras de utilidad pública exigen la destrucción de sus bosques y en Punta Lara, se multiplican los recreos con una población siempre creciente muy poco propicia al cuidado de nuestra fauna autóctona.
La conservación de este tesoro nacional, no está al alcance de un individuo o de una entidad privada, aunque tenga el benévolo apoyo moral de la Dirección de Parques y Paseos de Buenos Aires. Se necesitaría una orden superior, para plantar de semilla millares de Scutia buxifolia y repartirlas en las orillas del Río de la Plata desde Buenos Aires al Tigre y en la primera Sección del Delta del Paraná. Creo que generaciones futuras agradecerían este gesto y que Buenos Aires merece un adorno tan original y gratuito, único en el mundo.
No tengo jardín, pero si balcón....será posible encontrar algunas de las plantas que mencionás y ponerlas en maceta? Quinto piso a la calle...mucho sol, luz y aire, es un balcón abierto..Cuál me recomendás?
ResponderEliminarGracias por darme a conocer la existencia de personas que se dedican a divulgar la vida silvestre. Muy buenos todos los artículos. Feliciades.
ResponderEliminarEduardo Schreiber
Nomas decirles que me encanto encontrar esta referencia a Fernando Bourquin. Mi querido vecino y abuelo postizo de la calle Conde a quien llamaba Ton Ton Fernand (tio en frances, ya que el era frances) y me maravillaba con sus esplendidas colecciones de insectos, y siendo un chico de 10/11 años me "autonombre" su ayudante y le traia bichos por encargo...
ResponderEliminarPor ahi me equivoco, pero ya no hay gente asi..
Duncan Ogan (Dallas, USA)
... y Ud ???
Eliminartengo el privilegio en febrero de contar con ellas en Punta Indio en mi bosque de talas y coronillos. Me encanta verlas van en grupos mas de tres y es bella, grande y celeste. Sus pupas son rojas y en ese estado mejor no tocarlas.
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